El coronavirus nos da una lección de vida
Parecía que siempre íbamos a tenerlo todo. Parecía que el ser humano, como especie, era imbatible. Parecía que el primer mundo era imbatible. Poco nos importaban las escaseces ajenas, de países lejanos al nuestro, porque eso sólo pasa en otros sitios, y nosotros estamos en el primer mundo. Todas esas cosas que durante años hemos dado por sentadas, y que incluso hemos pensado que nos merecemos, todos los bienes materiales que hasta ahora poco habíamos valorado, de repente parecen escasear o desaparecer en cuestión de pocos días: el trabajo de algunos, la posibilidad de viajar a donde queramos, de hacer lo que queramos a todas horas, de salir sin límites, de ir de compras, de ir al gimnasio, o simplemente el hecho de tener papel higiénico en el baño. Todas esas rutinas diarias que hacíamos inconscientemente sin valorar si nos gustaban o no, ni el sentido que tenía hacerlas. De golpe y porrazo, el mundo tal y como lo conocíamos ha dejado de existir. Sí, de existir. Desde hace varias semanas, nuestro presente ha consistido en hacer una vida casera todo el día, con la única excepción de ir al supermercado y a la farmacia. Y ojalá no te toque ir a esta segunda. Pensándolo más en profundidad, esta situación que nos obliga a tener poco o nada de vida social puede que haya dejado al descubierto muchas de nuestras carencias emocionales, especialmente todas aquellas relacionadas con el hecho de que la mayor parte de nosotros no sabe ser feliz por sí mismo y consigo mismo. Y como así es el caso, nos dedicamos a hacer miles de planes sociales y/o a tener ciertos hábitos de consumo únicamente con el fin de buscar el amor/apreciación externo. He aquí un ejemplo: comprarse todos los años mil modelitos de moda en la temporada para sacarlos a relucir en esa quedada multitudinaria con 20 amigos (“amigos”) que pasa el día X de cada semana. Y no se te ocurra repetir mucho un modelito, no vaya a ser que piensen que no tienes dinero para las camisetas/faldas/pantalones del Zaraque en 3 meses habrán sido en cualquier caso engullidos por la lavadora por ser de mala calidad. ¿Para qué te valen hoy los modelitos si no puedes sacarlos de casa? Y los 20 amigos con los que quedabas el día X de la semana, ¿te están escribiendo mucho estos días a ver qué tal llevas la cuarentena y como está tu familia? Y el coche nuevo que te compraste para presumir por el pueblo, ¿quién lo ve ahora? En mi humilde opinión, todas esas cosas que uno no hace para uno mismo, y que no harían si nadie les viera, son las que nos sobran en nuestra vida. Te invito a pensar en otros ejemplos como este.
Si hay alguien que desde luego se está beneficiando con la pandemia del COVID-19 es el planeta Tierra: la contaminación de las ciudades ha bajado hasta un 60%[1], porque la gente ha dejado de ir al trabajo, de atender a los miles de planes sociales y de ir de viaje en general. Las zonas de playas se están regenerando y el mar está más limpio. Hasta el punto que en Canarias se han visualizado delfines y ballenas nadando a sus anchas. Algo que probablemente no ocurría desde antes del boom de turistas que empezaron a venir a España buscando sol, comida y fiesta barata[2]. Algo que mucha gente ve como algo irremplazable para la economía española, pero que como bien estamos viendo es pan para hoy y hambre para mañana. Entendiéndose como “mañana” varios escenarios, como por ejemplo: que a los turistas les dé por irse a otros lados que se pongan más de moda, o que gracias al cambio climático, que se viene a marchas desmesuradas España, todo se seque y sea incapaz de proveer de agua ni a los españoles ni a los turistas que quieran venir. Es decir, que el hambre para mañana va a llegar, sea antes o después. En este caso, gracias al COVID-19, ha sido mucho antes de lo que podríamos imaginarnos: YA. Además, como la gente está dejando de consumir ciertas cosas en realidad prescindibles, véase, los modelitos de la temporada de turno, me imagino que hay muchas empresas textiles que están dejando de hacer su agosto y por ende dejando de contaminar (algo al menos). Nada despreciable si tenemos en cuenta que la industria textil es la segunda más contaminante en el mundo después de la petrolera (sí, eso que le hace falta al coche que ya no puedes sacar para andar)[3]. Cuánta cantidad de contaminación le toca tragarse al planeta sólo para que nosotros aparentemos y hagamos tantas cosas en realidad innecesarias… y si lo piensas, estamos tirándonos piedras en nuestro tejado, porque la Tierra es nuestra casa, la de todos los seres humanos, independientemente de dónde vivas, quién seas, cuánto dinero tengas, o de qué color sea tu piel…
Para acabar, os dejo con una reflexión que hizo en 1990 Carl Sagan, el gran divulgador de astronomía americano, cuando vio una foto de la minúscula Tierra hecha por la Voyager desde Saturno. Una reflexión que a pesar de tener ya 30 años, hoy es está más de actualidad que nunca (https://www.youtube.com/watch?v=e9DK_MNlbRw):
“Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestro hogar. Eso somos nosotros. Ahí ha vivido todo aquel de quien hayas oído hablar alguna vez, todos los seres humanos que han existido. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones seguras de sí mismas, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cada cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y cada campesino, cada joven pareja enamorada, cada niño esperanzado, cada madre y cada padre, cada inventor y explorador, cada maestro moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y cada pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí: en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol. La Tierra es un muy pequeño escenario en una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de un lugar del punto sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra parte del punto. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestros posicionamientos, nuestra supuesta importancia, el espejismo de que ocupamos una posición privilegiada en el universo … Todo eso lo pone en cuestión ese punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano de polvo en la gran penumbra cósmica que todo lo envuelve. En nuestra oscuridad —en toda esa inmensidad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. Dependemos sólo de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, en este momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad, y yo añadiría que también forja el carácter. En mi opinión, no hay mejor demostración de la locura que es la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, recalca la responsabilidad que tenemos de tratarnos los unos a los otros con más amabilidad y compasión, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que jamás hemos conocido.”
Carl Sagan (9 de noviembre de 1934 – 20 de diciembre de 1996)
[1] https://elpais.com/sociedad/2020-03-19/las-medidas-de-confinamiento-tambien-desploman-los-niveles-de-contaminacion-en-espana.html
[2] https://www.laprovincia.es/multimedia/videos/buzzeando/2020-04-01-199175-coronavirus-canarias-ballenas-delfines-atracciones-aguas-canarias-durante-cuarentena.html
[3] https://contrainformacion.es/la-contaminacion-de-la-industria-textil/