A solas ante el Universo

Sobreviviendo en el lejano oeste

Abrí los ojos. Me picaban las innumerables picaduras de los pies y piernas. La luz cegadora entraba por la ventana estrecha de esa habitación hedionda en la que me encontraba. Hacía calor. El “aire acondicionado” de la habitación hacía un ruido insoportable, así que a mitad de la noche tuve que apagarlo. Miro el reloj: las 6 de la mañana. WTF pensé otra vez. En este sitio parece que hasta el sol sale a la hora que le da la gana. Pero lo peor era que ya me había gastado el primer bote de Afterbite. Las picaduras me picaban, y mucho, y el calor empeoraba la sensación. Llevar las sandalias era un suplicio, me rozaban en todas las picaduras, ¡tenía picaduras hasta en la planta de los pies!. Ahora tenía que encontrar algún sitio donde comprar más Afterbite y repelente para mosquitos. El más fuerte que tuvieran. Desayuné algo rápido y salí en busca de una farmacia, y a visitar el que sería mi nuevo grupo de investigación. Aunque hasta dentro de dos días no empezaba, siempre es bueno ir con antelación, con la esperanza de ganar algunos puntos.

Después de un paseo en el calor sofocante encontré la farmacia y me compré los repelentes de mosquitos más fuertes que pude encontrar, con la esperanza de que no me hiciera falta nada más. De ahí me fui a conocer a mi nuevo grupo. En principio me dio muy buena impresión, la mitad eran americanos, y la otra mitad de fuera: dos chinos, un indonesio y una griega, Theodora, que más tarde se convertiría en mi gran apoyo en mi nuevo grupo y ciudad. También conocí a mi nuevo jefe, D., que se mostró bastante servicial y me ayudó a encontrar algunas cosas que me harían falta después de la mudanza. Parecía muy entusiasmado en trabajar conmigo, lo cuál me hizo sentir muy afortunada por estar aquí. Comí con Theodora y Annalisa, otra postdoc italiana del instituto de enfrente, y las dos me parecieron maravillosas. En verdad estaba loca de contenta, ¡al final no había resultado tan difícil conocer a gente! Durante la comida les pregunté qué tal la experiencia en Tucson, y la verdad es que sus testimonios no fueron muy alentadores: el resumen es que las películas basadas en EE. UU. son verdad: aquí la desigualdad social es muy grande. Si eres pobre y no tienes seguro médico, no te atienden en el hospital, y si lo hacen, dependiendo de lo que necesites, puedes quedar endeudado de por vida, literalmente·. Es decir que te puedes morir si no tienes seguro médico y a nadie le importa un carajo. Lo mejor de todo es que aun teniendo seguro médico, en general te toca pagar cuando te hacen algún servicio. Mucho más de lo que muchos españoles podrían permitirse por una simple visita al médico. Y las condiciones laborales… ¡buf! Aquí lo de balance vida-trabajo no lo entienden. Uno vive para trabajar, ser exitoso y ganar dinero, ya está. Aquí se te requiere producir el doble y hay 10 días de vacaciones al año… La única ventaja: el sueldo es algo mayor que en Europa y bueno, trabajamos en lo que nos gusta… pero ya.

Al día siguiente Theodora celebraba su cumpleaños y me invitó a cenar con otro montón de astrónomos. La idea me entusiasmó demasiado: ¡qué animado parece este lugar! Sí, parece…

A las 9 de la noche no me tenía en pie, el día había sido emocionante, pero agotador, y además me seguían picando las picaduras muchísimo, ¿cómo era posible con la cantidad de Afterbite y repelente que me había puesto? Y aunque odiaba mi “nueva” habitación, no me quedó más remedio que irme a dormir, porque tanto calor y tantas cosas nuevas me tenían agotada…

tucson21.jpg
Alrededores de Tucson. Prefería poner esta imagen a la imagen de mis pies comidos por picaduras de chinches XD

Otra vez esa maldita luz entrando por la ventana a las 6 de la mañana… así no hay manera de dormir… otra vez hace calor. Y las picaduras del infierno me mataban… ¡pero si tenía aún más que ayer! ¿cómo era posible? Después de desayunar lo primero que hice fue ir a quejarme otra vez por el estado de la moqueta, que por supuesto nadie se había preocupado en limpiar aún… como siempre, la misma historia: apuntan en un post-it la queja (otra vez), y luego no hacen nada. Pero esta vez yo no estaba tan de buenas así que le dije: if I don’t get the carpet cleaned today I leave the place! (¡si no me limpian hoy la moqueta me voy de aquí!). Esos adolescentes que atendían la oficina de los apartamentos con cara de haber suspendido hasta el bocadillo en el colegio me miraron aterrados y contestadon: eh, OK, no worries, I will send someone right now! Y así fue… al rato llama un hombre con aspecto muy desgarbado y muy poco amable a la puerta que me dijo en inglés: Hola, ¿eres Elena? Me han dicho que te has quejado del estado de la moqueta… sorry, no puedo hacer nada. Tú alquilaste el apartamento “así como estaba”. Mi cara empezaba a ponerse de todos los colores… ¿cómo estaba? Contesté. ¡En mi contrato no ponía en ninguna parte que yo alquilaba un piso “como está”, y menos si eso significa que está como una pocilga! ¡Si no me limpian esta porquería de apartamento me largo! Entonces le cambió la cara al hombre desgarbado, y me ofreció amablemente dejarme una aspiradora para que lo hiciera yo misma. Estaba de unas malas pulgas que le hubiera cortado la cabeza a cualquiera que pasara por ahí, pero como no tenía ganas de discutir, acepté la aspiradora.

Por la noche, durante la cena del cumpleaños de Theodora las picaduras se me pusieron feísimas, y los pies se me hincharon, ¡casi no podía abrocharme las sandalias! Le enseñe a Theodora unas picaduras que tenía en el brazo y me dice asustada: ¡eso no son picaduras de mosquitos, son  chinches! Entonces mi cara se puso pálida. ¡Pero si yo pensaba que los chinches eran bichos que sólo existían en las películas de la guerra civil cuando la gente dormía con las mulas! ¡jamás había oído hablar de ellos en estos tiempos! Total, que cuando volví al apartamento me dispuse a buscarlos por entre las sábanas y el colchón… y, ¡eureka! Ahí estaban los desgraciados bichitos, ¡bien gordos! ¿y ahora cómo iba yo a dormir en semejante colchón? Pero no me quedaba otra… así que me puse repelente por todos lados, esperando que ayudara en algo, e intenté no pensar mucho en que estaba durmiendo con esos parásitos de humanos… esta vez, el cansancio jugó a mi favor, y no pude evitar quedarme dormida, a pesar de que sabía que al día siguiente era mi primer día de trabajo y que no estaba sola en esa cama…

  • Relacionada con el tema os recomiendo la película John Q.

2 respuestas a «A solas ante el Universo»

  1. Hoy leía en twiter que el mundo era más civilizado en la época de los vikingos cuando podías dar hachazos a la gente, era arriesgado ser gilipollas…es un progreso la eliminación de la venganza privada, pero de ahí a que los abogados dominemos el mundo, hay un buen trecho…vivimos en un mundo «clausulado» y nos agarramos como clavos ardiendo a eso…un absurdo…con lo que hemos oído eso de que dos hombres se daban la mano y estaba el contrato hecho…
    Me sigue encantando el blog…a seguir…

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    1. Bueno, si las clausuras estuvieran hechas para defender y/o proteger al más débil, tendrían mucho sentido. El problema es que muchas veces no es así… ¡atento al próximo capítulo que hablaré de abogados!
      ¡Y muchas gracias por leerme! 🙂

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