A solas ante el Universo

Una manchega en el paraíso

 

Hoy escribo desde la ciudad de San Diego (California), que de alguna manera me recuerda a la versión americanizada, masificada y pija de mis amadas islas Canarias, el siguiente destino donde me llevó el viento de la vida. A pesar de que me rompía el corazón dejar atrás mi querida Alemania, tenía ganas de volver a España y también, de alguna manera, hacer algo por la ciencia de mi país. Mi país fue el que al fin y al cabo me dio la oportunidad, con becas, de poder formarme en la Universidad y conseguir lo que había sido el sueño de mi infancia.

Venir de Heidelberg a Tenerife fue para mí en muchos aspectos como pasar de la noche al día: en Heidelberg hay bastantes pocos días de sol, incluso en verano, y en Tenerife me encontré con ese clima primaveral que dura todo el año·, pero lo que más me impresionó fue la amabilidad y la buena onda de la gente. Esa era sin duda la mayor diferencia entre alemanes y canarios.

Un par de días más tarde empecé a trabajar en el IAC, que tanto me había encantado como lugar de trabajo cuando unos años antes fui becaria de verano. Lo que más me llamó atención fue desde luego la gran simpatía de la gente, desde el señor de seguridad o la señora de la limpieza hasta el director, y eso naturalmente incluía a mi jefe, un gaditano con el salero propio de tal (resumiendo de manera muy pobre).

tenerife
Vista del volcán de El Teide, en la isla de Tenerife.

 

Fijándome un poco más, lo segundo que más me llamó la atención fue la cantidad de mujeres, ¡casi 50%! Eso se cumplía en el grupo de instrumentación en el que entré a trabajar, pero no tanto (para nada) en el grupo de investigación con el que colaboraba “en mis ratos libres”. En las reuniones de grupo de este último, más bien me encontraba yo solita, o a veces con otra estudiante más, rodeada de un montón de hombres cuya edad media estaba cerca de duplicar la mía. Cierto es que todos encantadores, pero a la hora de discutir artículos nuevos o noticias nuevas de ciencia, a una como que no le dejaban meter baza, oye.

Además, me llamó también la atención que las mujeres de mi grupo de instrumentación no tenían ningún problema en aparecer por el laboratorio con tacones y falda, y nadie cuestionaba su trabajo por ello. Dentro de mi pensaba: “esto en Alemania es inconcebible”. Y es que otra de las de decepciones del Max-Planck fue enterarme de que a ciertos compañeros míos no les parecía apropiado que yo apareciera por la oficina en tacones, o en pantalones cortos los tres días del verano que había en Heidelberg.

A pesar de haber dejado tanto atrás en Heidelberg, sobre todo pareja y buenísimos amigos, al poco, poquísimo tiempo, estaba encantada de nuevo en Tenerife: amaba mi trabajo, el ambiente de investigación era genial, y me sentía en general más valorada que en Alemania. Además encontré un grupo de chicas encantadoras y motivadísimas con las que practicar mi hobbie favorito: la danza del vientre. Mi vida parecía casi de ensueño, con la sola amenaza de que sabía que me iba a durar poco, porque claro, en España no sólo es que paguen poco por hacer investigación, es que además, los contratos son cortísimos, y el mío era para un año escaso.

Pero como siempre, la vida no te da tregua, ni te deja que te acomodes, así que en medio de este pequeño ensueño rutinario, durante las navidades de ese año, la vida nos dio un zarpazo: nos arrebató a mi padre. Visto y no visto. Sin previo aviso. Sin posibilidad de despedida. Ciao. Es curioso cómo las personas se acomodan cuando todo en la vida lo tienen completo, aunque sea por corto tiempo. Pero cuando la vida te da un golpe así, despiertas, vaya si despiertas. Como cuando tienes una pesadilla terrible y de repente te levantas jadeando en mitad de la noche. Lo pasas mal, pero te hace plantearte si lo que estás haciendo con tu vida es lo que realmente quieres, o si estás siguiendo la corriente o la inercia con la que la sociedad, o tu empresa o tu familia te empuja. Así que en esos momentos tan duros me pregunté: si el mundo se acabara mañana, ¿qué querría que me pillara a mí haciendo? En última instancia, eso fue lo que me empujó a continuar trabajando en investigación, y me trajo hasta Tucson, donde vivo hoy en día (no sé por cuánto tiempo más).

Después de las peores navidades de mi vida en mi pueblo, finalmente me marché a continuar con mi trabajo en Tenerife. No sin antes pasar por las críticas de paisanos/vecinos/familiares míos que opinaban que mi hermana y yo debíamos dejar nuestros trabajos para hacerle compañía a mi madre en el pueblo. Porque cuando se trata de la vida de una mujer, todo el mundo se cree con potestad para opinar sobre lo que debería o no debería hacer.

Cuando volví a mi querida isla, retomé de la mejor manera que pude mi trabajo, mis hobbies y mi vida anterior. En verdad mi vida diaria era de lo más ocupada: habitualmente trabajaba de 10 de la manñana a 6 o 7 de la tarde, y a la salida, lunes y jueves iba a natación con el grupo de triatlón, y miércoles y viernes iba a bailar. Los fines de semana nunca me faltaban planes: playa, comidas, cenas, cañas, ver fútbol (sí, ¡también me gusta el fútbol!). Un domingo un compañero me invitó a una comida en su casa para celebrar su cumpleaños. En verdad yo estaba un poco cansada (y resacosa) porque había salido la noche anterior, pero al final me animé y fui. Entro al portal de su casa… mi sorpresa fue oír que no se oía nada… llamo a su puerta… y al abrir ¡sorpresa! Era la única invitada… aunque la excusa que me dio es que el resto de sus amigos “estaban fuera de la isla”… En ese momento el vello de la espalda se me puso como escarpias… me entró miedito, para ser honesta. Y, ¿qué hacía? ¿entraba y me arriesgaba a, llegado el momento, tenerme que defender o me daba media vuelta? Lo primero me daba miedito, claro está…y lo segundo, me hacía quedar muy mal con un compañero…. En ese momento me arrepentí de no haber dicho antes que no podía ir… En fin, al final me armé de valor y me quedé… He de decir que al final todo fue “en plan amigos”, pero, ¡joder, eso no son formas de invitar a nadie a tu casa!

Un par de meses después, tras atravesar tres periodos de comisionado (o prueba) del nuevo instrumento para el telescopio GTC en el que había estado trabajando todo el año, mi contrato se acabó·. Y con ella mi aventura en el paraíso…

  • En Tenerife el clima es primaveral todo el año, exceptuando La Laguna que tiene aproximadamente unos 5º menos que cualquier localidad de costa, un viento alto y mucha humedad.
  • Los tres comisionados del instrumento consistieron en 24 días y noches trabajando en el telescopio GTC de la isla de La Palma (menos escasas 7-8 h para dormir).

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