A solas ante el Universo

Una manchega en el país de los grandes físicos

Amor y odio. Ese es el tipo de relación que desde hace unos años tengo con la astronomía. Antes de empezar oficialmente en esto del negocio, y digo bien, negocio, de la astronomía, con poco más de 23 añitos me lo imaginaba como un trabajo ideal, en el que iba a pasar largas noches observando en los mejores telescopios, y con esos datos maravillosos yo iba a descubrir los secretos del Universo. Era, en definitiva mi sueño.

Heidelberg
Foto de Heidelberg desde el Philosophenweg

Cuando empecé a hacer ciencia en el IAC (Instituto de Astrofísica de Canarias, Tenerife), como becaria de verano, fue algo más o menos parecido, sólo que yo observaba con un telescopio pequeño de los años 80, pero, ¡qué más da! ¡estaba observando! Mi primera jefa, Orlagh, una irlandesa encantadora en la cual yo me proyecté mucho durante ese tiempo, era brillante pero humilde (una característica que no abunda entre muchos de los astrónomos, sobre todo astrónomOs senior). Además, y más importante aún, supo cómo hacer para mantenerme motivada de tal manera que yo quise hacer el doctorado en el tema en que trabajé con ella: las estrellas variables delta Scuti.

Después de ese verano, volví a Madrid, para hacer el máster de Astrofísica, y seguí trabajando en el tema de las delta Scuti con Jose, mi supervisor de tesis de máster. Jose me ayudó a dar ese triple salto mortal (o así lo sentí en ese momento), que me llevaría a comenzar mi doctorado en enanas marrones (las hermanas gordas de los planetas gaseosos), mi tema actual de investigación, en el instituto Max Planck de Heidelberg.

¡Madre mía! ¡yo en Alemania! Y sin hablar ni papa de alemán…. Y con el inglés… bueno, más o menos, pensaba yo… cuando llegué allí, me di cuenta de que aún lo tenía justito… ¡recuerdo que al principio no entendía a mi supervisor cuando me hablaba! ¡TERROR! ¿cómo voy a hacer yo así una tesis…? Pero a la fuerza ahorcan… a los 3 meses ya entendía a todo el mundo en inglés, bueno, menos a un escocés un poco raro del departamento, al que le entendía un cuarto de lo que me decía. Y el alemán…. ¡buf, eso sí que fue un acto de fuerza de voluntad! Después de unos meses intentando absorber el alemán “por los poros”, sin hacer grandes esfuerzos, me di cuenta de que o me ponía en serio, o no iba a aprender en toda mi vida… así que después de un largo día en la oficina con la (bendita) tesis, lunes y miércoles me iba una hora y media a clase de alemán. Eso durante los casi 4 años que estuve en Heidelberg. Además de eso, todos los martes a la Stammtisch, a hablar alemán con alemanes del trabajo. Lo mejor de todo, fue cuando un día llegué a mi oficina, que compartía con 3 alemanes, y les dije: ¡quiero hablar alemán! y cómo me habléis en inglés, ¡no contesto! Creerme que lo hice más de dos y tres veces… si hay algo que les gusta a los alemanes, es NO hablar alemán con los extranjeros…

Con todo ese esfuerzo, en apenas 2 añitos y medio de nada, por fin fui capaz de mantener una conversación en alemán sin parecer retrasada. Al final de esos casi 4 años que estuve en Heidelberg, por fin fui capaz de hablar como dios manda, bueno, ¡más o menos!

Como hasta ahora habréis deducido, si hay algo que aprendí durante mis tiempos en Heidelberg, eso fueron idiomas, y de enanas marrones… bueno, sí, acabé mi tesis en el tiempo que la tenía que acabar, pero he de decir, que lo que descubrí de cómo funcionaba el negocio de la astronomía, y la ciencia en general, no me gustó tanto… ¡y lo que me quedaba por ver!

Yo tenía dos supervisores: digamos, B  y T. B era el que trabajaba conmigo codo con codo (por decirlo de alguna manera, vaya), y T era el que dirigía el hilo general de la tesis. Era, además, un astrónomO senior muy importante (y no digo más). Al principio me dediqué a aprender los conceptos básicos sobre mi tema, a leer artículos recientes del campo para aprender qué era lo que hasta entonces se sabía, (auto)aprendí a programar, a manejar otras herramientas básicas que me harían falta… en todo esto me ayudó mucho B. Sin embargo, hacia el final de mi tesis, cuando ya me acercaba al momento de parir aquel monstruo, fue cuando empecé a notar ciertos comportamientos inquietantes en la actitud de mi supervisor T. Más que notar un comportamiento inquietante hacia mí particularmente, noté la diferencia de comportamiento hacia mí (y hacia otras  astrónomAs del departamento) y hacia mis compañeros varones. Con ellos todo era compadreo: ¿qué tal te estás adaptando a Heidelberg? ¿estás contento con tu tema de tesis? ¡aceptamos tus sugerencias! ¿necesitas algo en particular? ¡no te preocupes por el dinero! ¿qué te pareció el partido Alemania-España de anoche? Sin embargo, el trato con la vertiente femenina del departamento no tenía nada que ver con eso… había que dar gracias si te saludaba por el pasillo. A alguna compañera le llegó a decir mientras preparaba unos aperitivos para después de la defensa de tesis de un compañero algo así como: bueno, si no te va bien en astronomía, al menos serás buena ama de casa. Y es que Alemania, es, sí señor, un país muy machista, me atrevería a decir que más que España, y ya es decir… En los años 60, las alemanas tuvieron lo que en alemán se llama Emanzipierung der Frauen, es decir, que no necesitaban de la aprobación de un hombre, véase el padre o el marido, para hacer ciertas cosas. Esa emancipación quedó limitada al papel, pero no hubo un cambio de mentalidad real en la sociedad (opinión personal), y ¿por qué? Porque hoy en día, en toda Alemania, sólo hay UNA profesora de astronomía. Obviamente, con un CV gigante con el que podría empapelar la Tierra, porque si no, ¿cuál es la razón para contratar a una mujer? Además, durante el doctorado, una fracción muy pequeña de mis compañeras era alemana, quizá un 10 o 15% del total, y la mayoría abandonaron la cienca una vez que tuvieron su título de Dr. rer. nat. bajo el brazo (y no las culpo, visto lo visto). Y es que, como otro trabajador del Max Planck me dejó entrever una vez después de haber acabado mi doctorado, la ciencia no es cosa de mujeres, y por eso me dijo: ¿por qué no te dejas de buscar postdocs para continuar investigando por sitios raros y te casas y tienes hijos? ¡No me quedaba otra! 10 años formándome para sacarme el doctorado, y ahora me iba a dedicar a ser mujer florero…! aunque en algo el hombre sí que llevaba razón, y es que es difícil formar una familia, incluso tener pareja y amigos estables cuando te dedicas a mudarte cada 2 años de postdoc en postdoc sólo por hacer investigación. Además, nada te garantiza que un día conseguirás una plaza fija, y menos en un sitio que te guste, porque para eso, te tiene que ir muy bien. No muy bien como a la media o un poco mejor, sino BIEN en mayúsculas, y a ser posible, publicar algún artículo Nature de añadidura. Y si no, pues en algún momento el sistema te dirá eso de Tchüss!!, como dicen los alemanes. Y para entonces, puede que la mejor compañía que tengas sea tu ordenador portátil, que nunca te falla (¡esperemos!).

Con todo, y a pesar de que me tiraba para atrás eso de sentirme un poco discriminada por ser mujer, un día dejé Heidelberg, amigos y pareja, y me fui a hacer mi primer postdoc al IAC, que tanto me había gustado durante mi primer contacto con la investigación varios años atrás….

3 respuestas a «A solas ante el Universo»

  1. Ni del ordenador te puedes fiar, la verdad.
    Es cierto que, aunque nos parezca mentira, el machismo en la ciencia es una realidad y es menor en España que en otros países (para que tengamos luego esos complejos tan grandes) Menos mal que estamos intentando cambiar esto muchas (y muchos)
    Un abrazo!

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  2. Lo cierto es que en España, cuanto menos, hay una clara corriente que ha optado por la concienciación social. En otros países, asesinatos machistas, agresiones o acosos y actitudes no son noticia de portada como sí que lo son aquí…quiero decir que, algo se está haciendo, poco, pero para eso estamos, para luchar por la igualdad real y que cuando nos pregunten a todos «¿para cuándo?» se refieran a proyectos y no a si vamos a tener hijos o ser floreros

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