A solas ante el Universo

Romper el techo de cristal para tocar las estrellas

            La palabra feminismo tardó demasiado en llegar a mi vocabulario del día a día. Hasta hace cuatro o cinco años estaba casi convencida de que la igualdad entre hombres y mujeres estaba muy cerca de conseguirse. Mundo feliz ese en el que yo vivía. Por supuesto que ya había visto el machismo en mi familia: mi padre era el que traía el dinero a casa, y cuando eran mi padre y mi madre los que trabajaban, aun así el dinero seguía siendo administrado por mi padre. Mi madre sin embargo se encargaba de las tareas del hogar, por supuesto ni pagadas ni agradecidas. Y así fuimos educadas mi hermana y yo: una mujer que se precie tiene que tener la casa como los chorros del oro. Eso era la responsabilidad número uno de una mujer. Luego también podía trabajar, sacarse carreras o lo que quisiera, pero era fundamental no ser una “esmanotada” en la casa. Y finalmente,  por supuesto, lo que decía tu padre iba a misa y como se te ocurriera llevar la contra lo ibas a pasar mal. En mis tiempos mozos, yo pensaba que este machismo ocurría porque yo había nacido en un pueblo, y “es lo que hay”.

En la Universidad fui bastante afortunada, como “ya casi se había alcanzado la igualdad de género”, pues me encontré con casi un 50% de hombres y de mujeres en la facultad de C. C. Físicas. Para mí estaba claro que los tiempos habían cambiado. Es verdad que aún seguía habiendo profesores viejos (y no tan viejos) que la miraban a una de arriba abajo como si nunca hubieran visto gentes, y que a veces oías algún comentario del típico listo de turno diciendo: “joe, es que las tías en Físicas no os arregláis nada, yo me voy a periodismo que ahí las chicas van en tacones y maquilladas”. A lo que yo solía pensar (pero no decir): “yo no vengo aquí a que tú me mires, chaval”. En la orla de la especialidad de astrofísica, figuramos diez licenciados, de los cuales cuatro éramos mujeres. Después de acabar el máster en astrofísica, en el que también éramos casi 50% hombres y mujeres, me marché a vivir a la cabeza de león de la Unión Europea: Alemania, donde todo el mundo sabía las cosas están mejor. Y por supuesto, pensaba yo, son menos machistas que los españoles. Y si no mira a ver si se les ocurre decirte groserías por la calle.

Alemania me sorprendió en muchas cosas para bien, pero también en alguna para mal. La ganadora de esta última categoría es sin duda las ideas que tienen en materia de igualdad de género. Nunca dirán un piropo a una chica por la calle (yendo sobrios), pero eso no significa que piensen que las mujeres no valen para ciertas cosas (como la ciencia), especialmente si pierden el tiempo en arreglarse un poco. También me sorprendió que el porcentaje de mujeres en mi programa de doctorado era sólo como de un 30%. Las mujeres alemanas eran una minoría, desde luego. Recuerdo que un día le pregunté a una postdoc española-americana que si ella pensaba que la astronomía era machista y me respondió: “didn’t you still get it? This is a boy’s game, baby! Así que prepárate para intentar que no te pisen.” Recuerdo que pensé que exageraba. Y entonces fue cuando llegó ese compañero nuevo a la oficina a hacer la tesis con mi mismo supervisor. Mi supervisor  que ni me saludaba por los pasillos, y se dedicaba a martirizarme cada 3 meses cuando hacíamos la reunión de seguimiento de mi tesis… hubo momentos de mi tesis en que pensé que este hombre se comportaba así conmigo porque yo debía ser una estudiante de doctorado decepcionante… Lo curioso es que con mi compañero recién llegado tenía una actitud completamente diferente: se daban palmaditas en la espalda por los pasillos, hablaban del último partido del mundial, y un día hasta mi compañero apareció con el último Mac Book Pro que había en el mercado que le había comprado el jefe… y yo pensando: “vaya, y yo con el portátil viejo de Linux al que se le caen las teclas si lo vuelcas”. Nunca oí un “enhorabuena” por parte de este hombre. Ni siquiera se despidió de mi cuando me marché de Heidelberg.

De la última etapa del doctorado también recuerdo un par de comentarios de hombres, más o menos apreciados por mí. Uno fue: “¿y por qué no te casa y te dejas de buscar postdocs?”, y el otro fue: “si te marchas de Europa esto se acaba”. Qué entorno más inspirador, teniendo en cuenta que el mercado de la astronomía es ya duro de por sí. Sin embargo, mi sueño seguía siendo el mismo: hacer carrera como astrofísica. Finalmente, después de un montón de rechazos de postdocs, me llega el «sí» de uno. Bueno, del último que podía conseguir ese año. Así fue como llegué de vuelta a España, a Tenerife con un postdoc para un año. Casi pierdo el tren de los postdocs. Ese año, el frenético 2015, estuve a punto de abandonar la ciencia. Sin embargo, gracias a esta pequeña (¡gran!) oportunidad seguí adelante.

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Compañeros del doctorado en Heidelberg, faltan algunos!

Durante ese año estuve trabajando en el commissioning de un espectrógrafo infrarojo que iba a ser instalado en el telescopio GTC de La Palma. Como creo que conté en un post el año pasado (https://elenamanjavacas.wordpress.com/2018/02/11/a-solas-ante-el-universo-6/), aquí el porcentaje de mujeres volvió a mejorar otra vez en nuestro pequeño grupo. Aun así, si contamos los ingenieros y demás, el porcentaje de mujeres volvía a caer empicado otra vez… quizá al 30%.

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Grupo de ingenieros​ y científicos de EMIR, instalado en el telescopio GTC de La Palma.

De ahí me mudé a Tucson (Arizona) en septiembre de 2016. Como una imagen vale más que mil palabras, me limitaré a poner la foto de grupo de este último año para que hagan la cuenta por sí mismos… sólo diré, que la única de las mujeres de la foto dedicada a la investigación era yo. Vuelvo a remitiros al post del año pasado: https://elenamanjavacas.wordpress.com/2018/02/11/a-solas-ante-el-universo-6/, en el que hablaba de lo mismo.

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Foto de diciembre de 2018 con los compañeros de Tucson

Después de vagar por el mundo todos estos años, desde hace un mes vivo en Hawaii (¡sí, a 12000 km de casa!), porque a pesar de las dificultades, ¡tengo una plaza permanente en un sitio de ensueño! En parte gracias al “pequeño postdoc” que me surgió después de acabar mi tesis. Aun así, sigo viviendo en un ambiente puramente dominado por hombres (¡aunque puedo decir que son todos un encanto!). Sin embargo, si yo fuera una niña o una adolescente y viera el panorama, podría pensar que puesto que no hay mujeres, es que quizá no es un trabajo propio de mujeres…

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Grupo de astrónomos de soporte del observatorio Keck, en Hawaii.

Finalmente, mirando atrás, veo todo lo que he tenido que dejar por el camino: en los últimos 4 años he vivido en 3 países diferentes (Alemania, España y EE.UU.) y en 4 ciudades diferentes (Heidelberg, La Laguna, Tucson, y Waimea). Eso quiere decir que he empezado vida desde cero 3 veces en los últimos 4 años. Agotador, como poco. Mucha gente no está dispuesta a vivir así, lo cual es perfectamente comprensible. Pero también es cierto que son muchas menos las mujeres que los hombres las que están dispuestas a vivir así por varias razones (según mi opinión personal), pero la principal es probablemente la falta de apoyos en el entorno familiar. Total, hay que ser muy cabezota para dejar todo y venirse al quinto pino a trabajar en un trabajo un poco hostil[1].

Como habéis podido ver, a lo largo de mi carrera, desde la Universidad hasta ahora, el porcentaje de compañeras ha bajado dramáticamente, gracias al llamado “techo de cristal”. Hay bastantes mujeres que empiezan en ciencia, pero pocas que lleguen a puestos de alta responsabilidad. ¿Por qué? En mi opinión es un problema social relacionado con el patriarcado, combinado con el problema del pésimo diseño de la “academia” (la carrera en investigación). Es un problema social porque a las niñas se nos ha dicho siempre de jugar con muñecas, de estar guapas, de ser obedientes, sumisas y comportarse como señoritas. Las letras son para las mujeres, y las ciencias para los hombres. Igual que la competición. La “academia” es un problema, porque la carrera investigadora significa muchas veces dar la vida entera por ella. No contempla las bajas por maternidad ni por enfermedad, no se puede perder el ritmo de publicar. Así que nada de perder el tiempo por tener hijos ni por criarlos. Tarea a la que se dedica por naturaleza al principio y por patriarcado después,  la mujer.

En resumen, para nuestra desgracia, al contrario de lo que pensaba en mis años inocentes e inexpertos, la igualdad entre géneros está aún lejos de conseguirse. Se han dado pasos hacia delante, pero aún queda mucho por hacer, y aunque las cosas no van a cambiarse de una estacada, cada uno debería aportar su granito de arena para asegurar un futuro más igualitario para el 50% de la población de la Tierra, que son mujeres.

[1]Ver este vídeo de pixar que muestra cómo se siente una mujer trabajando en un ambiente de hombres: https://www.youtube.com/watch?v=B6uuIHpFkuo&t=132s

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