A solas ante el Universo

Déjà vuS

La gran mayoría de gente que he conocido en mi vida estaban, igual que yo, casi siempre viviendo más o menos lejos de casa, y lidiando con el hecho de ser extranjero en diferentes ciudades y países más o menos acogedores. Lo más curioso, es que a partir de cierto momento todos añoran retornar a casa, al país que les vio nacer o lo más próximo a él.  Mi caso no es una excepción, por eso volver a Europa me produce un sentimiento melancólico, a la vez que me despierta muchos recuerdos. Especialmente Heidelberg. Sólo pasé allí tres años y nueve meses, pero probablemente fue el periodo de mi vida en el que más crecí y aprendí. No sólo académicamente, sino también como persona. Visto con unos años de perspectiva, cuando llegué a la ciudad era una niña grande con un título universitario y cuando me fui, una persona adulta con sus prioridades, valores y gustos bastante más definidos. Será que las experiencias positivas y negativas que tuve en Heidelberg me obligaron a crecer.

Después de aquel viaje de tres horas en tren desde Múnich, ahora me encontraba nuevamente allí en esta ciudad como si el tiempo no hubiera pasado; aunque realmente hacía más de dos años desde el día que dejé mi viejo apartamento en Bergheimer Straβe [1]133 para dirigirme rumbo a Tenerife. La ciudad realmente no había cambiado tanto: la misma estación de tren, el mismo trasiego de tranvías y de bicis, el mismo olor a otoño, el mismo fresquito durante la noche. Me gustaba estar de vuelta. Fui a dejar la maleta al hotel que me había reservado en el centro. Como ya era tarde, la recepción estaba cerrada. ¡Sí, en Alemania los negocios cierran a cierta hora porque se entiende que la gente debe tener más vida a parte del trabajo! En vistas de la situación, no me quedó más remedio que desempolvar mi alemán y llamar al dueño por teléfono para que me abriera la puerta. Conseguí hacerme entender sin problemas, lo cual me produjo bastante satisfacción. ¡Casi cuatro años estudiando alemán tenían que servir para algo! Una vez hecho eso, me fui a mi restaurante italiano favorito[2] al que solía ir por lo menos una vez a la semana a comerme una de esas lasañas que tanto me gustaban. Después me fui a pasear por el centro, todo seguí igual: Haupstraβe, el río, Universitätsplatz, el castillo…

Heidelberg
Vista desde el Philosopheanweg en Heidelberg

Al día siguiente madrugué para ir a mi antiguo instituto, el Max-Planck-Institut für Astronomie, donde tenía que dar una charla para promocionar mi trabajo en la Universidad de Arizona. Bueno, también para “visitar” a mi jefe, el que por cierto tenía el dichoso papel que yo necesitaba para poder entrar en EE.UU. de nuevo. Volver a mi antiguo instituto fue una sensación extraña: por un lado volver a ver aquella montaña preciosa en la que los árboles ya empezaban a cambiar a un color marrón debido al otoño, y por otro lado el olor al entrar al instituto. Tantas veces entré a ese mismo edificio con ese mismo olor obligándome a mí misma para no darme media vuelta y evitar enfrentarme prácticamente sola a mi tesis. Mi director, el que de verdad me dirigía, se había tenido que mudar un año antes de que acabara mi tesis a Estrasburgo, porque el director del instituto, y también mi “principal” director de tesis (en el papel), no le había renovado el contrato. También me recordaba a todos esos comentarios machistas tipo: “¿por qué vienes con zapatos altos a trabajar?” o “¿por qué vienes hoy tan arreglada?” Hoy en día me doy cuenta que, como mujer, ir arreglada al instituto era un acto de rebeldía.

Después de andar los primeros metros en el instituto conseguí, momentáneamente, deshacerme de esos recuerdos y poner foco en las cosas que debía hacer, así que pasé a ver a mi jefe. Ahí estaba, con su cara de siempre. Está claro que el año sabático no le había ayudado tanto a relajarse. Me arrojó el famoso papel que necesitaba para volver a Tucson a la cara y me dice: “ahora estoy ocupado, ya hablaremos”. “Pa chasco”, pensé yo. Fui a preparar la charla que daba después de la comida, y aproveché para visitar a los pocos estudiantes veteranos que aún quedaban por allí. Después de comer di mi charla ante la atenta y seria mirada de mi jefe. Agradecí que al menos mi antiguo director de tesis y director del instituto no anduviera por allí. «Uno menos que hace preguntas impertinentes», pensé. La charla salió sin pena ni gloria, creo que fui capaz de fingir cierto entusiasmo por el tema. Hubo varios interesados que me preguntaron después lo que sí me animó un poco más.

Ahí se acabaron mis deberes por esos días, así que aproveché para avisar a los amigos que me quedaban de mi época del doctorado y ahora sí, disfrutar la parte divertida de Heidelberg. Con mis amigos chilenos fuimos a cenar unos Schnitzel [3]. El viernes hicimos cena multitudinaria otra vez en mi restaurante italiano favorito. Los camareros aún se acordaban de nosotros, para bien o para mal, porque más de una vez nos han llamado la atención por hablar o reírnos muy fuerte. Pobres alemanes, con lo que les gusta la calma.  De ahí nos fuimos a recordar los viejos tiempos en Unterstraβe, la calle de los pubs y de bares variados. Atestada de gente como todos esos viernes en los que solíamos frecuentarla. El tiempo también parecía haberse congelado en Unterstraβe. Aunque antes no nos importaba tanto, ahora sí que nos agobiaba un poco entrar en los típicos bares diminutos llenos de gente y de humo.

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Café en la calle principal de Heidelberg, Unterstrasse

Después de unos días maravillosos en los que viví en un déjá vu, era hora de volver a Tucson y enfrentarme al nuevo año académico. Al menos iba a estar en una oficina nueva, heredada de Theodora, y no iba a tener al jefe vigilándome cada paso, algo es algo…

[1] Straβe: calle en alemán

[2] Mi restaurante italiano favorito en Heidelberg, por si algún día os es útil la recomendación: http://www.la-vite-heidelberg.de

[3] Schnitzel: filete de cerdo gigante cocinado de diferentes formas. La más habitual es empanado con un montón de patatas fritas: https://es.wikipedia.org/wiki/Wiener_Schnitzel

2 respuestas a «A solas ante el Universo»

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