A solas ante el Universo

Pollos sin cabeza

 

Una de las enfermedades número uno de nuestra avanzada y globalizada sociedad moderna es sin duda la prisa. Estamos ante la generación del Nespresso, en la que ya no tenemos 5 minutos para llenar cuidadosamente con café el filtro de la cafetera italiana de toda la vida, poner agua, y esperar 3 min más hasta que el café sale dejando su característico olor por toda la casa. En su lugar ahora, tenemos una “cafetera” Nespresso, que venden por la tele unos actores de Hollywood, porque metes una cápsula, y a los 30 segundos tienes un “café”. Todo muy americano. También el hecho de que las benditas cápsulas de metal sean altamente contaminantes e imposible de reciclar.

Desafortunadamente, la enfermedad de la prisa y la inmediatez no sólo afecta a nuestras costumbres con el café, sino también al tipo de relaciones amistosas y de pareja, a la manera en que hacen edificios, a la manera de alimentarse y hasta a la manera de viajar, entre otras muchas cosas que seguro me dejo en el tintero. Y es que todo tiene que ser deprisa y a ser posible inmediato: creemos que por hacer amigos en Facebook o tener más seguidores en Instagram que nos ponen piropos o likes en nuestras fotos tenemos más amigos o somos más populares, pero, ¿cuántos de esos estarán allí el día que te pase una desgracia? Seguro que con ellos no mantuviste una relación por Facebook. Lo mismo pasa con las relaciones de pareja: en los tiempos del Tinder y similares uno puede encontrar parejas por catálogo, sólo viendo su foto y una breve descripción. Y como uno puede encontrar a alguien diferente en 3 min, pues si la veinteava persona a la que has conocido en el mes no te convence, la mandas a freír monas y ya vendrá otra. Ídem con la manera de alimentarse: ¿quién en su sano juicio y pudiéndoselo pagar, se va a preocupar en hacerse tuppers para toda la semana pudiendo ir a comer al bar de enfrente? Es por no hacerse, ya no nos hacemos ni un vaso de leche y una tostada para el desayuno, mejor desayunar en el bar de enfrente o en la cafetería del trabajo, donde tenemos croissants rellenos de chocolate del día. Y por supuesto, no quiero ni hablar de los viajes… los viajes, que desde siempre habían sido un acto de curiosidad por conocer otros lugares y otras culturas, hoy se ha convertido en ¡tengo una semana para ver el país X entero! Que se traduce en llegar, hacerse la foto de postureo obligatoria para el Facebook o el Instagram y a los 10 min estás otra vez en el coche rumbo a tu siguiente lugar para foto-postureo a toda pastilla, previa consulta al Facebook/Instagram para subir inmediatamente la dichosa foto. Y encima, a ser posible, queremos que nos hablen en español. ¡Menuda inmersión cultural eso de los viajes hoy en día! En resumen, que el conejo blanco Alicia en el país de las maravillas que tan agobiante nos parecía de niños, se sentiría la mar de a gusto en una sociedad como la de hoy.

alicia1

Como no podía ser de otra manera, la cultura de la prisa, del pollo sin cabeza o del conejo blanco de Alicia en el país de las maravillas también se ha extendido como pandemia en la manera en que el sistema académico nos pide que los científicos trabajemos. La manera fácil que tiene el sistema de juzgar la calidad de un científico es un número, que se llama el índice h. Este índice crece a más número de publicaciones y de citas. Ya está. Y estarás pensando, ¿y qué pasa si tienes los huesos rotos durante 6 meses, o si te quedas embarazada o si te ha dado por hacerte un viaje después del doctorado porque si no te tirabas por un puente? Pues que estás en desventaja, y ya te puedes ir retirando, porque en este sistema simplista e inhumano no hay lugar para débiles. Este sistema se impone mucho más notoriamente en EE.UU., donde, como seguro he comentado alguna vez, irse de vacaciones es una pérdida de tiempo. Esta obsesión con la prisa no la sufrí realmente hasta que empecé a hacer mi investigación en EE.UU.

Después de mi feliz vuelta después de pasar las navidades en casa, comiendo riquísimo y disfrutando de mi familia y mis amigos, volvió la hora de volver a trabajar. Por supuesto, en EE.UU. eso pasa el día 2 de enero, porque no se celebra el día de Reyes Magos. Ese día, tuve reunión con mi jefe, que ya tenía preparado para mí mi nuevo encargo. Me dijo: ¿ves estos datos? Es superurgente publicarlos, porque nos los pueden robar, así que tienes 4 meses para escribir un artículo. Yo no salía de mi asombro: ¿tengo que aprender de un tema nuevo para mí, analizar unos datos con los que no tengo experiencia y escribir un artículo en 4 meses? Ni de coña, pensé. Pero cualquiera le dice que no al jefe si él se empeña en que puedes hacerlo, y si no lo haces es que eres una vaga… así que tragándome las palabras, me limité a decirle un “haré todo los que pueda”, que él se tomó como un sí. Y yo entre mí pensaba: “¿cuál es la prisa por publicar esta mi…? ¡No es la cura contra el cáncer! ¡El mundo no se beneficiará de esa publicación! Especialmente si consiste en 4 páginas hechas a toda prisa…. Obviamente mi jefe no pensaba igual, ya que según él, investigar en astrofísica es “cambiar el mundo” (no se lo cree ni él), por lo tanto todo es muy urgente. Os podéis imaginar además, la bronca que me montó cuando el artículo no estuvo listo en los 4 meses “acordados”, ni en 5, ni en 6…. Sino solamente después de 8 meses de dolorosísima gestación y estrés pudimos enviar el artículo a la revista. ¿Y para qué? Sigo pensando yo muchas veces. ¿De verdad la ciencia avanza más rápido de esta manera?  ¿no sería mejor que los científicos preparásemos artículos buenos y hechos con mucho cuidado, pero con conclusiones reamente relevantes?

En definitiva, esta prisa en el trabajo, entre otros asuntos que os comentaré en el futuro, hicieron que 2017 fuera un verdadero reto para mí. No sólo porque aprendí cómo manejar esa presión, sino porque aprendí a controlarla de manera sutil (con algo de ayuda 😉 ). Aprendí a manejar los asuntos con algo más de “mano izquierda”, que hasta ese momento para lo único que me servía era para teclear en el móvil (no sé teclear con la mano derecha), y a hablar de manera asertiva. Algo particularmente importante cuando eres mujer, porque como ya sabréis, en general nos toman por el pito el sereno cuando intentamos expresar nuestra opinión.

Para acabar, os dejo con un par de artículos y un vídeo sobre la prisa y el estrés, por si aún os estáis pensando lo de bajar el ritmo:

El estrés según Walt Disney: https://www.youtube.com/watch?v=_wPkBSvbbUk

http://protestantedigital.com/sociedad/34369/La_tirania_de_lo_inmediato_carcome_la_sociedad

https://elpais.com/diario/2010/05/23/eps/1274596013_850215.html

3 respuestas a «A solas ante el Universo»

  1. Por eso el éxito de las series. Son pequeñas píldoras de ficción que se pueden consumir rápido. Por eso el éxito de los concursos de microrrelatos. No porque sean obras maestras como el de Monterrosso (y hay algunos muy buenos) sino por esa rapidez, consumo rápido también en literatura y cultura. Artículos en cuatro meses, ciencia de noticia de telediario, todo rápido, quizás para abrumar y que no nos dé tiempo a pensar porque pensar es peligroso. No sé si estudiar o investigar astrofísica cambia el mundo. Pero sí creo que, estudiar cambia el mundo, en general. Mucho más en España donde vamos a un modelo productivo de camareros y turistas.
    Yo tengo una Dolce Gusto. No nos funciona bien la italiana. El café es como internet, depende del uso que se le dé. Si después con ese café te tomas unas tostadas de aceite o te dedicas a leer o a charlar…tendríamos que inventar habladeros, sitios a los que se fuera a hablar de literatura, de ciencia, del tiempo, a hablar y escuchar. Porque tampoco se escucha, cada uno anda enrocado en su castillo de opinión y no cede ni se deja convencer por los argumentos del otro. Yo digo que ahora estamos en la generación tweet (la vida en 140 caracteres) todo rápido.
    ¡Ah! Y contra el estrés: deporte, chocolate y sexo. El orden, a gusto del consumidor

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    1. ¡Totalmente de acuerdo contigo! lo que vende hoy en día es todo lo rápido, ya sea un café, un relato o una serie, el caso es que no te quite más de media hora, probablemente, como tú dices, porque darle a la gente tiempo para pensar es peligroso. Por eso hay que tener cuántos más planes mejor, más guay eres, aunque luego los planes y/o personas con las que se comparte un rato no sean trascendentales en tu vida. También cuantas más fotos de postureo en Facebook mejor, que se note que has visitado sitios, aunque luego no tengas ni idea de lo que estás fotografiando.

      Estoy de acuerdo que estudiar en general cambia el mundo. Lo de mi jefe ya… creo que es más obsesión que otra cosa, o sus ganas de explicarse para qué se pasa todo el día trabajando. En mi opinión, es una manera distinta de «dejar de pensar».

      Para es el estrés, ¡desde luego lo mejor el deporte!
      Muy al hilo del post, por cierto, una charla de Emilio Duró, no sé si la conoces: https://www.youtube.com/watch?v=oT5sMbh9Mis. Eso sí, ¡resérvate 2h para verla!

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